viernes, 21 de noviembre de 2008
construcción de la convivencia educativa
Una docente de la Institución Educativa Olga González Arraut, nos habla hoy de los factores concluyentes para la convivencia armónica en las Instituciones Educativas.
Por Elizabeth Anaya de Maza
Hoy la convivencia escolar se ha convertido en un dolor de cabeza para los directivos y docentes, los intercambios entre todos los actores de la institución: estudiantes, docentes, padres, directivos, personal administrativo y de servicios generales que comparten la actividad en la escuela y que conforman esa red de vínculos. Los factores que inciden directamente en la convivencia armoniosa que debería desarrollarse en las aulas son muchos; desafortunadamente en América Latina tienen raíces muy profundas. Desde mi enfoque, la compensación no está en preparar profesores para que enseñen valores, los valores se adquieren en el hogar y el niño los va introyectando en la medida que crece y desarrolla su pensamiento y en la escuela con la mediación y el ejemplo de su maestro solidifica esos valores, va haciéndolos parte de su vida; recordemos que el ser humano es el más grande e inteligente imitador. Hoy a nuestras aulas llegan seres golpeados por la descomposición social que innegablemente se inicia en el núcleo familiar y se convierte en una cadena con una profusión de eslabones que día a día, años tras años crece; los docentes recibimos en nuestras aulas estudiantes que vienen de hogares de familia reconstruida, familia padrastral, familia con jefatura femenina, estudiantes provenientes de hogares en su mayoría desintegrados, con madres cabeza de familia, donde la figura paterna y/o materna o en ambos casos, es asumida por progenitores sustitutos: hermanos, abuelos, tíos, padrastros, cuñados vecinos, entre otros, el contexto de barriada donde se desenvuelve el día a día del niño o joven son ambientes que en nada favorece la convivencia, recibimos seres maltratados física y psicológicamente, con hambre, desnutridos, niños trabajadores desde su más tierna infancia, resentidos sociales, con una inmensa insatisfacción de vida que los vuelve violentos desde el preescolar, son personas que no pueden abstraerse de ese ambiente donde impera la ley del mas violento porque es allí donde viven crecen y se desarrollan. El docente hoy debería asumir compromisos, convertirse en un conocedor de la problemática social del contexto de la Institución, debería tener un proyecto pedagógico personal dirigido a lograr la fundamentación de valores en el ambiente de su escuela, en nuestros días se necesitan en las aulas docentes receptivos, abiertos al estudiante, dispuestos a conocerlo y comprenderlo respetando su intimidad, su privacidad, docentes que cultiven la empatía con sus estudiantes, maestros recíprocos, porque no basta con estar expectante, sino también en responder con actitudes, con palabras, con gestos que puedan hacer cambiar; debemos enseñar con amor, eso es lo que hace falta a nuestros estudiantes, que sean tratados con amor, el amor pacifica los espíritus, si el estudiante encuentra esta actitud en el aula se sentirá atraído, este es un proceso que se debe iniciar desde el preescolar. Otra experiencia es atraer al padre de familia al aula para que interactúe con su hijo; invitémoslos a leer cuentos, a contar mitos y leyendas a elaborar carteles, a completar el álbum de historia de geografía, de biología, hagamos comités de padres de familia, inventemos convivencias, día de la familia, festival gastronómico, démosle la oportunidad de vivir un día en paz y armonía en familia desde la escuela, compenetremos a la familia. La Institución Educativas hoy debe ser abierta, realizar proyectos que involucren a la comunidad educativa, contextualizar su PEI, hacerlo accesible a todos sus miembros así ellos se sentirán actores y no miraran los procesos desde la barrera, no pensarán que la obligación es sólo del maestro. Otro factor para que la vida en la escuela transcurra entre los parámetros de la sana convivencia, es que debe construirse cotidianamente, mantenerse y renovarse cada día, la comunicación asertiva, el respeto, el diálogo, la escucha, la participación, tolerancia, solidaridad, cada estamento debe aportar a este clima porque, sólo cuando en una institución escolar se privilegie esta manera de actuar, entonces se generará el clima adecuado para posibilitar el aprendizaje de la convivencia. Desde este enfoque la convivencia escolar debería ser entendida como vivir-en-relación pero, una relación permeada de humanidad para que su aprendizaje sea posible.
Por Elizabeth Anaya de Maza
Hoy la convivencia escolar se ha convertido en un dolor de cabeza para los directivos y docentes, los intercambios entre todos los actores de la institución: estudiantes, docentes, padres, directivos, personal administrativo y de servicios generales que comparten la actividad en la escuela y que conforman esa red de vínculos. Los factores que inciden directamente en la convivencia armoniosa que debería desarrollarse en las aulas son muchos; desafortunadamente en América Latina tienen raíces muy profundas. Desde mi enfoque, la compensación no está en preparar profesores para que enseñen valores, los valores se adquieren en el hogar y el niño los va introyectando en la medida que crece y desarrolla su pensamiento y en la escuela con la mediación y el ejemplo de su maestro solidifica esos valores, va haciéndolos parte de su vida; recordemos que el ser humano es el más grande e inteligente imitador. Hoy a nuestras aulas llegan seres golpeados por la descomposición social que innegablemente se inicia en el núcleo familiar y se convierte en una cadena con una profusión de eslabones que día a día, años tras años crece; los docentes recibimos en nuestras aulas estudiantes que vienen de hogares de familia reconstruida, familia padrastral, familia con jefatura femenina, estudiantes provenientes de hogares en su mayoría desintegrados, con madres cabeza de familia, donde la figura paterna y/o materna o en ambos casos, es asumida por progenitores sustitutos: hermanos, abuelos, tíos, padrastros, cuñados vecinos, entre otros, el contexto de barriada donde se desenvuelve el día a día del niño o joven son ambientes que en nada favorece la convivencia, recibimos seres maltratados física y psicológicamente, con hambre, desnutridos, niños trabajadores desde su más tierna infancia, resentidos sociales, con una inmensa insatisfacción de vida que los vuelve violentos desde el preescolar, son personas que no pueden abstraerse de ese ambiente donde impera la ley del mas violento porque es allí donde viven crecen y se desarrollan. El docente hoy debería asumir compromisos, convertirse en un conocedor de la problemática social del contexto de la Institución, debería tener un proyecto pedagógico personal dirigido a lograr la fundamentación de valores en el ambiente de su escuela, en nuestros días se necesitan en las aulas docentes receptivos, abiertos al estudiante, dispuestos a conocerlo y comprenderlo respetando su intimidad, su privacidad, docentes que cultiven la empatía con sus estudiantes, maestros recíprocos, porque no basta con estar expectante, sino también en responder con actitudes, con palabras, con gestos que puedan hacer cambiar; debemos enseñar con amor, eso es lo que hace falta a nuestros estudiantes, que sean tratados con amor, el amor pacifica los espíritus, si el estudiante encuentra esta actitud en el aula se sentirá atraído, este es un proceso que se debe iniciar desde el preescolar. Otra experiencia es atraer al padre de familia al aula para que interactúe con su hijo; invitémoslos a leer cuentos, a contar mitos y leyendas a elaborar carteles, a completar el álbum de historia de geografía, de biología, hagamos comités de padres de familia, inventemos convivencias, día de la familia, festival gastronómico, démosle la oportunidad de vivir un día en paz y armonía en familia desde la escuela, compenetremos a la familia. La Institución Educativas hoy debe ser abierta, realizar proyectos que involucren a la comunidad educativa, contextualizar su PEI, hacerlo accesible a todos sus miembros así ellos se sentirán actores y no miraran los procesos desde la barrera, no pensarán que la obligación es sólo del maestro. Otro factor para que la vida en la escuela transcurra entre los parámetros de la sana convivencia, es que debe construirse cotidianamente, mantenerse y renovarse cada día, la comunicación asertiva, el respeto, el diálogo, la escucha, la participación, tolerancia, solidaridad, cada estamento debe aportar a este clima porque, sólo cuando en una institución escolar se privilegie esta manera de actuar, entonces se generará el clima adecuado para posibilitar el aprendizaje de la convivencia. Desde este enfoque la convivencia escolar debería ser entendida como vivir-en-relación pero, una relación permeada de humanidad para que su aprendizaje sea posible.
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